martes, 11 de septiembre de 2012

La Luftwaffe arrasa Manchester

La Luftwaffe ha puesto su punto de mira sobre la ciudad de Manchester y la ha destruido por completo en un ataque masivo que se ha prolongado durante dos noches. En la noche del domingo del 22 al 23 de diciembre, 270 aviones han arrojado 272 toneladas de bombas de alto explosivo y 1.032 bombas incendiarias y en la segunda noche de ayer a hoy, 171 aviones han arrojado 195 toneladas de bombas de de alto explosivo y 893 bombas incendiarias. Sólo durante tras la primera noche de bombardeo, la cifra de muertos se ha elevado a 363, con 455 heridos graves y 728 heridos leves. En total, 684 personas han perdido la vida y 2.364 han resultado heridas. Manchester ha sido borrada del mapa.


Devastación en el centro de Manchester.

El ataque contra Manchester ha seguido el mismo patrón de los ataques masivos efectuados en meses anteriores contra ciudades inglesas como Coventry o Southampton. En primer lugar la Luftwaffe ha efectuado un ataque concentrado con bombas incendiarias y algunas pocas bombas de alto explosivo a lo que a continuación ha seguido un bombardeo masivo con bombas de alto explosivo y minas aéreas cada vez más grandes a medida que el área del objetivo ha quedado iluminada como resultado de los fuegos iniciados por la primera oleada de bombas incendiarias.


Esas primeras bombas incendiarias han caído sobre la ciudad apenas dos minutos después de que los ingleses hayan activado sus sirenas de alarma aérea. Una de las primeras ha caído sobre un edificio situado en la esquina entre las calles Princess y Clarence, que en seguida ha quedado en llamas. Dos minutos después, los servicios de incendios han recibido la notificación de que los edificios Royal Exchange y Victoria, el segundo de los cuales ha terminado derribándose contra la calle Deansgate y bloqueado en consecuencia el paso desde la calle Blackfiars a Victoria, dejando atrapados los cables del tranvía bajo los montones de escombros. El Hotel Exchange ha ardido furiosamente así como la tienda de sastre Burton en la esquina entre las calles Corporation y Market.

Un edificio de Manchester, en llamas y reventado como una piñata.

Al cabo de una hora, los almacenes en la esquina de las calles Portland y Sackville, en la calle Watson y en más sitios, se han encontrado en medio de una gran hoguera y abocadas a la destrucción sin remedio. Riadas de bombas incendiarias han caído sobre las casas de las calles Erskine, Russel, Lime y el Parque St Georfes en Holme y no muy lejos de la tienda donde suelo comprar el periódico. Las bombas explosivas han comenzado a reventar edificios por toda la ciudad y las áreas circundantes.


Hay un refugio conocido como Gibsons en la calle Erskine, junto a la carretera Stretford y parte del Ayuntamiento de Hulme que ha recibido un impacto directo como resultado del cual 450 personas han quedado atrapadas, aunque el refugio fue originalmente diseñado para albergar a sólo 200. Afortunadamente, todos y cada uno de los 450 ocupantes han sido rescatados con vida.

Los bomberos no han dado abasto.

Los muchos millares de bombas incendiarias que han sido arrojadas sobre Manchester durante la noche del domingo han causado el mayor problema para la ciudad, que ha sido esencialmente el de incendios incontrolados extendidos en una amplia zona. Las bombas explosivas y las minas aéreas que han caído sobre la ciudad durante las dos noches han desatado una devastación inenarrable. A pesar de que el ataque durante el lunes día 23 por la noche haya sido mucho más corto (de 19:15 a 1:29), el efecto acumulado de los dos ataques ha sido terrible y devastador. En total se han desatado más de 1.300 incendios en el centro de Manchester y áreas circundantes. Los servicios de incendio han convocado 400 dispositivos y más de 3.400 hombres adicionales de todos los alrededores, pero nada va a impedir que un estremecedor brillo ilumine la Nochebuena.

Entre los edificios más emblemáticos destruidos está la Catedral de Manchester, el Royal Exchange y el Free Trade Hall.
Tenemos el privilegio de poder contar con el testimonio de un ciudadano de Manchester: el niño Frank Walsh, que nos permite tener un relato de primera mano de lo que ha vivido la ciudad durante estos dos días:


Acabábamos de terminar el té del domingo. Eran las 18:38 de la tarde del 22 de diciembre cuando las sirenas hicieron resonar su escalofriante alarma. Mucha gente se dirigió a los refugios, pero nosotros decidimos recostarnos bajo la grande y fuerte mesa de roble que descansaba contra la pared en el salón de Scout Road. Casi inmediatamente se pudo escuchar encima el zumbido del motor de los aviones. El continuo estallido de las 233 bombas que se dice fueron arrojadas durante aquella primera noche pudo escucharse a lo largo de varias horas junto con los muchos millares de bombas incendiarias que habían sido esparcidas a lo largo de un amplia área y muchos distritos.

Piccadilly, en llamas.

A medida que avanzó la noche, me aventuré escaleras arriba una o dos veces para mirar a través de la ventana del dormitorio de atrás. A cada visita podía ver que los cielos de Manchester se volvían cada vez más rojo y más brillante a medida que las llamas se extendían de un edificio a otro. La mañana siguiente fue al trabajo en bicicleta, llegando a tiempo a las 8:00 y me fui directo al tejado para unirme a todos los que habían conseguido llegar al trabajo y disfrutar de la mejor vista del más grande incendio que se haya visto jamás en Manchester. Podía verse todo el centro de Piccadilly en llamas desde la calle Mosely hasta Portland. La calle Lever estaba bloqueada con camiones y bombas antiincendios, pero si uno se habría camino por la calle Newton hasta alcanzar la esquina donde se unía con Piccadilly, todo lo que se podía ver era una masa de llamas engullendo toda la hilera de almacenes de cinco pisos que se erigían a ambos lados, todas las ventanas ardiendo de un extremo a otro y de arriba abajo, con las llamas crepitando allá donde había estado el tejado. Como una sábana procedente de algún infierno demencial. Una visión que nunca olvidarán los que hayan sido testigos de ese gran horno de llamas y fuego. No podías tocar las paredes del edificio que albergaba las oficinas de la BBC porque los ladrillos estaban al rojo. Los bomberos estaban incluso echando agua sobre las paredes de los edificios cercanos a los incendios, aunque ellos mismos no estuvieran ardiendo, y hacia el cielo se elevaban columnas de humo por la evaporación de agua.

Destrucción en los jardines de Piccadilly.
Aquella noche hubo 200 edificios comerciales, 165 almacenes, casi 150 oficinas y cinco bombas que quedaron destruidos o seriamente dañados; más de 500 edificios comerciales, 20 bancos, 300 almacenes y 220 oficinas sufrieron daños de menor cuantía. En un radio de una milla a partir de la Plaza Albert 31.3 acres de la ciudad habían sido reducidos a ruinas, con más de 100 escuelas y más de 30.000 casas dañadas o destruidas. Una completa y total devastación.


A pesar de todo lo que había sucedido, la gente intentaba llevarlo de la mejor manera posible. Más tarde esa misma mañana, fui enviado a entregar un paquete a una pequeña imprenta situada en el batiburrillo de callejuelas justo detrás de la Biblioteca John Rylands en Deansgate. Comencé abriéndome paso por la calle Canon que estaba atascada con escombros, cristal roto y mangueras de incendios, con los bomberos todavía echando agua sobre los restos carbonizados de los edificios. Varias calles aledañas se encontraban taponadas por los edificios derruidos. Grandes piedras procedentes de tejados de edificios se encontraban por todos lados.

Ruinas y ruinas por doquier.


Tuve que cambiar mi ruta a menudo y tomar muchos desvíos. Mi viaje progresaba muy lentamente porque debía parar a hablar con los bomberos y otros grupos de transeúntes que permanecían ante lo que solía ser su lugar de trabajo, ahora completamente demolido. El olor a quemado era intenso. Los edificios se derrumbaban por todos lados e incluso derruidos continuaban ardiendo. Los que no estaban en llamas quedaban reducidos a montones de escombros humeantes y ardientes.


No pudiendo continuar por Deansgate debido a los edificios derruidos y al cableado enredado del tranvía, comencé a abrirme paso por las callejéales que circundaban la estación Victoria y se adentraban en Salford a través del Mercado de Hierro en la esquina de la calle Chapel. Todavía aferrado a mi paquete, fui hacia la Plaza Bexley y el Ayuntamiento Salford, deslizándome lentamente a través de las calles llenas de escombros hacia la parte trasera de Deansgate, donde debía efectuar mi entrega.

Abriéndose paso a través de la desolación.

Finalmente, cuando alcancé mi destino, todo lo que encontré del edificio donde se encontraba la imprenta que buscaba era un gran montón de ruinas. Había enormes vigas de madera carbonizada que sobresalía del montón de ladrillos que llegaban hasta la carretera. Así que retomé el camino de vuelta a través de Abel Heywood de la misma manera que había llegado.


Naturalmente, cuando regresé me inundaron de preguntas acerca de la gravedad de los daños en otras partes de la ciudad y me dijeron que como había tardado tanto pensaron que me había perdido o había regresado a casa. Aquellos que consiguieron llegar al trabajo aquel día tuvieron permiso de volver a casa pronto por la tarde a la espera de la siguiente alarma y el nuevo bombardeo que todos sabíamos era inevitable.

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