jueves, 23 de mayo de 2013

El hundimiento del Wilhelm Gustloff, una tragedia sin precedentes.

Tragedias navales ha habido centenares, pero solo unas pocas son las que se llevan la palma en lo que se refiere a difusión y conocimiento por parte de la mayoría de la población. Hoy en día, gracias a las redes sociales, cualquier hundimiento o problema marítimo es noticia al momento y llega hasta cualquier rincón del planeta, pero hasta no hace tanto tiempo la mayoría de estas catástrofes solo se conocían por lo que nos llegaba a través de los libros de Historia.
Si realizamos una encuesta, posiblemente, un gran número de personas respondería que la mayor tragedia naval de la Historia fue la ocurrida en el trasatlántico Titanic (con 1.514 personas fallecidas), debido a la cantidad de publicidad que se le ha realizado mediante la literatura, el cine y la reciente celebración del centenario a lo largo de todo el año 2012.

En realidad, la mayor tragedia naval de la Historia, nada tiene que ver con el Titanic, sino que sucedió tres décadas después, en plena Segunda Guerra Mundial (el 30 de enero de 1945) con el hundimiento del barco ‘Wilhelm Gustloff’ en aguas del Mar Báltico y que se saldó con la muerte de 9.343 personas (la inmensa mayoría mujeres, niños, ancianos y hombres civiles).


Wilhelm Gustloff

La causa del hundimiento no fue ningún iceberg, sino tres torpedos lanzados desde un submarino soviético. Lo grave del asunto es que Alexander Marinesko, capitán del S-13 que ordenó disparar contra el barco, sabía que se trataba de una embarcación que trasladaba a un gran número de refugiados alemanes que huían de sus hogares ante el avance por el frente del Este del Ejército Rojo.

Tan solo bastó una hora para que el barco se hundiese tras recibir los tres impactos de torpedo y convertirse en la mayor tragedia naval de la Historia, la que suma más víctimas mortales.Cabe destacar, para acentuar más aún la tragedia, que la capacidad del Wilhelm Gustloff era para 1.865 pasajeros, aunque la autoridad marítima había permitido triplicar el número de viajeros hasta las 6.000 personas. Lo que no se sabía (y se conoció posteriormente) es que en el interior se habían colado cerca de 5.000 refugiados más, que viajaban como polizones.

Foto recreación del embarque de miles de personas al Wilhelm Gustloff


En el momento del hundimiento había a bordo un total de 10.582 personas, de las que tan solo se pudo salvar a un millar, falleciendo posteriormente muchos de éstos a causa de hipotermia tras pasar un gran número de horas dentro de las frías aguas del Báltico.

El capitán Alexander Marinesko, artífice del hundimiento, necesitaba lograr méritos en su cada vez más deteriorada carrera, debido a su difícil carácter, frecuente afición al alcohol y sus múltiples líos de faldas que lo habían hecho fallar en sus obligaciones con demasiada asiduidad.

A pesar de ser candidato a recibir una distinción como 'héroe de la Unión Soviética' por torpedear y hundir el Wilhelm Gustloff, no se le llegó a conceder debido a su conflictivo perfil personal y las continuas notas negativas que acumulaba en su expediente. Para justificar la no concesión de la medalla, el Alto Mando soviético señaló que en realidad el barco había sido hundido por la propia Luftwaffe alemana.

Rudolf Hess aterriza en Escocia

 

El 10 de mayo de 1941, sobre el escenario que ofrecía un crepúsculo rojo, Rudolf Hess, el sucesor de Hitler, se despidió de los aviones de escolta que le había proporcionado Heydrich y se encaminó hacia Escocia.


A las pocas horas, Hess fue capturado por los británicos y encarcelado. La versión nazi fue que Hess había enloquecido pero, en realidad, ¿por qué marchó Rudolf Hess a Gran Bretaña? Durante la noche de 10 de mayo de 1941 se produjo en Escocia uno de los episodios más extraños de la Segunda guerra mundial. Rudolf Hess, el sucesor de Hitler, había despegado de Augsburgo a las 17.45 horas en un Messerschmitt Bf 110, había sobrevolado Escocia y al no encontrar un sitio en el que aterrizar se había lanzado en paracaídas sobre Floors Farm, Eaglesham, Escocia a las 23.09 horas. Capturado por un campesino llamado David McLean, Hess solicitó inmediatamente entrevistarse con el duque de Hamilton que vivía muy cerca, en el castillo de Dungavel. Hess no consiguió su objetivo y para enorme sorpresa suya fue detenido y puesto a disposición del servicio de inteligencia británico que lo redujo a un confinamiento incomunicado.

Rudolf Hess en 1933


Inmediatamente, la versión oficial alemana fue que Hess padecía de una enfermedad mental y que había actuado totalmente por propia iniciativa. En realidad, ¿Hess estaba loco o llevaba a cabo una misión especial que se había originado en la cúpula del poder nazi? Existen considerables razones para pensar que la verdad se relaciona con esta segunda posibilidad. De entrada, Rudolf Hess contó con sospechosas facilidades para volar hasta Escocia. Así, Willi Meserschmitt no tuvo ningún problema en proporcionarle uno de sus últimos —y mejores aparatos— a Hess, una circunstancia extraña si, como luego se afirmó, Hitler había dispuesto que no se le permitiera volar. Aún más chocante resulta el hecho de que Hitler se levantara muy temprano al día siguiente —a las 7,30 horas—, algo que no hizo ni durante el desembarco en Normandía o que Heydrich, el jefe de las SS, proporcionara una escolta aérea a Hess en la que, muy posiblemente, participó. Ahora bien, si Hess había recibido órdenes de Hitler para marchar a Gran Bretaña y entrevistarse con el duque de Hamilton, ¿a qué se debió? A más de sesenta años de distancia, sabemos que Hess voló a Gran Bretaña víctima de una imaginativa operación de inteligencia concebida por los británicos.


Restos del avión de Hess en el Imperial War Museum de Londres.


En marzo de 1940, en vísperas de la derrota en Francia, Peter Fleming, el hermano de Ian Fleming, el creador de James Bond, escribió un libro en el que desarrollaba la hipótesis de lo que sucedería si Hitler volaba hasta Gran Bretaña y entablaba negociaciones de paz. El texto no era sino un cebo ideado por el SO1, una sección de la inteligencia británica encargada de la guerra política y psicológica. Dotado tan sólo de unos sesenta efectivos, el SO1 trazó planes para envenenar a Hitler mediante la leche del té o impregnado sus ropas con una bacteria letal, para apoderarse de Canaris, el jefe de la Abhwer, y, últimamente, para engañar a Hess convenciéndolo para que viajara a Inglaterra donde sería capturado. El plan recibió un impulso especial cuando en el verano de 1940 las tropas alemanas aplastaron al ejército francés y obligaron al cuerpo expedicionario británico a reembarcar en Dunquerque. Para aquel entonces, Hitler estaba especialmente interesado en llegar a una paz con Gran Bretaña que le permitiera desencadenar una ofensiva contra la URSS sin el temor a tener que combatir en un segundo frente. A través de la familia Haushofer —una familia de astrólogos que mantenía una relación muy estrecha con Hess pero que era anglófila— el SO1 hizo llegar a Hess informaciones que hablaban de la existencia de un partido de la paz en Gran Bretaña que estaría dispuesto a desplazar a Churchill del poder y a llegar a un acuerdo con Hitler.

El duque de Hamilton era el presunto jefe de este partido y estaría encantado de discutir las condiciones del arreglo con algún personaje del III Reich que tuviera un peso considerable. Hess parecía el personaje más adecuado no sólo porque era el número dos de la jerarquía nazi sino también porque ya conocía a Hamilton con el que se había encontrado en las olimpiadas de Berlín de 1936. Hess quedó sorprendido al conocer aquellas noticias pero las consideró verosímiles. Fiado en los Haushofer —que trabajaban para los británicos— inicialmente se limitó a consultar a algunos de sus astrólogos como Frau Nagenast. La astróloga indicó con entusiasmo al lugarteniente de Hitler que el 10 de mayo sería un día ideal para realizar el viaje, algo no tan extraño si se tiene en cuenta que la Nagenast estaba a sueldo de los británicos. Para disipar cualquier duda de los nazis, el SO1 llegó incluso a contactar con algunos agentes de las SS en Rumania invitándolos a unas ceremonias ocultistas en las que quedaron convencidos de que había un sector importante de las autoridades británicas que compartían no sólo la cosmovisión política de Hitler sino también las inclinaciones ocultistas de los nazis. Sin embargo, la mezcla de oportunidad, astrología y ocultismo no era suficiente para convencer a Hess y el SO1 recurrió a una nueva baza.

Valiéndose de Carl Burkhardt, el director de la Cruz roja suiza, los británicos lograron que Hess creyera que efectivamente el mencionado partido de la paz existía y que su poder en Gran Bretaña era considerable. En el colmo de la intoxicación, Burkhardt actuó engañado por agentes de la City londinense que le transmitieron la falsa información como si de un secreto confidencial se tratara.


Rudolf Hess leyendo Jugend mientras espera su juicio en Núremberg en 1945.

El producto fue finalmente aderezado por hábiles dosis de antisemitismo que aseguraban a Hess que en Gran Bretaña "los judíos tampoco son queridos". Finalmente, Hess —al que se le dio seguridad de que el duque de Hamilton, un mando de la RAF, evitaría que su vuelo fuera interceptado— accedió a volar a Escocia. Nunca llegó a ver al duque de Hamilton —que jamás supo la manera en que su nombre era utilizado— y de la prisión británica pasaría, en la posguerra, a Nüremberg donde se le condenó a cadena perpetua. El SO1 había obtenido ciertamente un éxito enorme que disipó cualquier posibilidad de un paz pactada entre Gran Bretaña y el III Reich y cuyas últimas consecuencias seguramente tardaremos muchos años en conocer.

lunes, 13 de mayo de 2013

15 de noviembre de 1891..nace la leyenda

 
Rommel, el mítico Zorro del Desierto, posiblemente el general más conocido de la Segunda Guerra Mundial, comandante del Afrika Korps, mariscal del Reich, líder de las fuerzas alemanas en Normandía, y ¿conspirador contra Hitler? En fin, no adelantemos acontecimientos y vamos a tratar de conocer un poco mejor una de las figuras históricas más relevantes de su época.

El inicio de la carrera militar

Erwin Johannes Eugen Rommel nace en el territorio de Suabia, en la región de Wurtemberg el 15 de noviembre de 1891. Era hijo de Erwin Rommel, profesor de instituto de Heidenheim y de Helene von Luz, hija del gobernador de la ciudad. 
  diferencia de lo que sucedió con otros famosos generales alemanes, Rommel no nació en el seno de una familia con gran tradición militar, pero sí es cierto que su padre sirvió como oficial de artillería antes de dedicarse a la docencia. De hecho, sería su progenitor el que le recomendase iniciar la carrera en el ejército.                                                        Rommel en la Gran Guerra

El Frente Occidental

El 28 de junio es asesinado en Sarajevo el príncipe heredero del trono del Imperio Austro-Húngaro junto con su esposa. A consecuencia de esta muerte y de las complicadas alianzas que salpicaban el mosaico de estados europeos, poco después del atentado todo el viejo continente se encontraba en guerra. Austria-Hungría, apoyada por Alemania, declarará la guerra a Serbia, la cual se hallaba respaldada por Rusia, nación que a su vez estaba aliada con Francia. 
 l Reich, al poner en marcha (si bien es cierto que solo parcialmente) el Plan Schlieffen, opta por invadir Bélgica una vez que este país rechaza la solicitud germana de permitir el paso a sus tropas, y esta invasión provocará la entrada de Gran Bretaña en el conflicto del lado franco-ruso. Los británicos declararán la guerra a Alemania el 4 de agosto. No había vuelta atrás. La Primera Guerra Mundial había comenzado.
Rommel emprendió con su regimiento la marcha hacia el frente occidental el 5 de agosto, y el 22 del mismo mes el pelotón comandado por el suabo entró en contacto con el enemigo en la localidad de Bleid. Los soldados de Rommel avanzaban destacados por delante del resto de la unidad. Una vez que los alemanes alcanzan las afueras, el joven suboficial seleccionó tres hombres y, junto con ellos, se internó en el pueblo. En los primeros edificios se topó con unos 15 o 20 soldados franceses que no se habían percatado de la presencia del enemigo. El militar germano decidió no desaprovechar la ocasión. En lugar de avisar al resto del pelotón, el subteniente opta por ocuparse de los enemigos con la ayuda de su pequeño grupo. Aprovechando el factor sorpresa, los cuatro alemanes abren fuego al tiempo que se abalanzan sobre los galos, consiguiendo abatir a la mitad de ellos. Fue la primera vez que Rommel mató a un semejante.

Tras recuperarse del primer choque, los franceses contraatacan y devuelven el fuego, forzando al suabo a regresar a por el resto de sus hombres. Después de reunirse con ellos, Rommel vuelve a intentar tomar el enclave, cosa que consigue tras fuertes escaramuzas con los soldados enemigos.

Una vez que Bleid está en manos alemanas, Rommel vuelve a adelantarse con dos de sus hombres y la situación se repite. El impetuoso suboficial se encontró con varios soldados franceses contra los que abrió fuego sin esperar al grueso del pelotón. Tras los combates, debido al agotamiento y al dolor provocado por una enfermedad del estomago que padecería toda su vida, Rommel pierde momentáneamente el conocimiento. Lo recuperará poco después, solo para encontrarse en medio de otro intercambio de disparos. Los galos se habían reagrupado e intentaban reconquistar Bleid, pero las tropas alemanas habían conseguido asentarse sólidamente y rechazaron el ataque.

Tras los acontecimientos mencionados, el 124º Regimiento prosigue su marcha hacia el oeste junto al grueso del Ejército Alemán. El día 1 de septiembre llega al Mosa y, tras cruzarlo, traba combate nuevamente con la infantería francesa. Rommel continuaba al mando de uno de los pelotones de cabeza de la unidad, y el hecho de encontrarse en esta posición expuesta, unido a la confusión de los constantes enfrentamientos, provocó que quedase atrapado en medio del fuego cruzado franco-germano. El pelotón pierde contacto con el regimiento y en los informes oficiales se da por muerto a su lider. Afortunadamente, el suabo conseguirá mantener la situación bajo control y logrará retomar la comunicación con sus líneas.

Antes de que el frente occidental degenerase en una amalgama de trincheras, Rommel y sus hombres participarían en los combates que se desarrollaron a lo largo de verano en el noroeste de Verdún. Durante los mismos, el suabo destacó tanto por su iniciativa como por las habituales discusiones mantenidas con sus superiores, dos rasgos que le acompañarían a lo largo de toda su carrera.

Finalmente, el 24 de Septiembre, Rommel se encontró frente a frente con cinco soldados galos. Logró derribar a dos antes de quedarse sin munición. Al no haber otra opción, caló la bayoneta y cargó contra los restantes. En la escaramuza, una bala enemiga le alcanzó en el muslo izquierdo, causandole una herida grave y poniendo fin a su primera experiencia bélica. No volvería al frente en lo que quedaba de año, pero como recompensa por sus acciones recibiría la Cruz de Hierro de 2ª Clase.

Vuelta al frente

Rommel retornó a primera línea en enero de 1915 con el cargo de comandante de compañía. Se le asignó el mando de la 9ª compañía del 2º batallón del 124º regimiento. El día 29 de ese mes participó en una ofensiva en el sector del Argonne, ataque en el cual consiguió penetrar con sus hombres unos 1500 metros en el sistema defensivo francés, distancia considerable en la guerra de trincheras. Sin embargo, este notable éxito trajo consigo consecuencias no deseadas. El resto de las unidades no pudo mantener el avance de los hombres de Rommel, lo que provocó que estos quedasen cercados por los franceses en un posterior contraataque galo. El suabo volvió a desenvolverse con notable soltura en esta difícil situación. En lugar de mantenerse a la defensiva, ordenó a varios de sus hombres que atacaran a los franceses con firmeza. El inesperado movimiento provocó un momento de indecisión en los galos, indecisión aprovechada por la 9ª compañía para escapar del cerco y alcanzar las líneas alemanas. Todos los soldados rodeados consiguieron salvar la vida, y los germanos solo tuvieron que lamentar 5 heridos. Rommel conseguiría la Cruz de Hierro de 1ª Clase por esta acción.

Es en este momento cuando el futuro mariscal comienza a ser bien conocido por los soldados alemanes próximos a él. Su instinto para encontrar el punto esencial de la batalla y lanzarse contra él con todas sus fuerzas era algo que no pasaba desapercibido. La intuición para estar exactamente donde debía estar y en el momento justo en que había que estar empezó a ser reconocida por sus hombres. “Allí donde esta Rommel, allí esta el frente” fue un comentario que empezó a hacerse común entre las tropas bajo su mando.

Pero no todo eran buenas noticias para el joven subteniente. En mayo, el mando de la 9ª compañía fue traspasado a otro oficial de más edad, y el suabo tuvo que conformarse con volver a ser jefe de pelotón. No obstante, este percance no impidió que el condecorado Rommel participase en varias de las muchas escaramuzas que tuvieron lugar en la zona hasta el verano.

En el mes de septiembre, Rommel es ascendido a teniente y, poco después, abandona el 124º regimiento y se integra en el Real Batallón de Montana (Gebirgsbataillon) de Wurtemberg. Como consecuencia de este cambio, abandona el frente del Argonne y se dirige a Austria, lugar donde se estaba formando esta unidad. Al Oberleutnant Rommel se le asignó el mando de la 2ª compañía y, a finales de 1915, una vez que el batallón estuvo preparado para combatir, se envió al sector sur del frente occidental, desplegandolo en Alsacia. En esta zona el sistema de trincheras era todavía más denso que en el Argonne, lo que provocaba que las acciones bélicas se tuviesen que limitar forzosamente a un puñado de incursiones. Afortunadamente para Rommel, la estancia del Gebirgsbataillon en Alsacia no se prolongó hasta el final de la contienda. En octubre de 1916, la unidad fue trasladada desde Francia hasta Rumanía.

El Frente Rumano

Las condiciones de vida de los soldados alemanes en territorio rumano distaban de ser buenas. No se disponía de instalaciones adecuadas, ni de posiciones defensivas sólidas y el clima de las montañas era espantoso, lo que provocó que, ya el primer día, varios soldados del Gebirgsbataillon tuvieran que ser evacuados con claros síntomas de congelación. Mas, una vez que consiguieron adaptarse a las particularidades del nuevo teatro de operaciones, los germanos se dispusieron a aprovechar las nuevas oportunidades que aquella zona les ofrecía para desarrollar una guerra de movimientos, y ya en noviembre los hombres de Rommel comenzaron a enzarzarse en combates con los rumanos. En ese mismo mes, el joven suabo consigue un breve permiso que aprovecha para casarse con Lucy. La boda tendrá lugar el 27 de noviembre, pero la vida conyugal de Rommel no pudo prolongarse demasiado.

El frente rumano experimentaba movimientos mucho más acusados que el estático frente occidental. Por lo que respecta al panorama general, Bucarest cae en poder de los germanos el 6 de diciembre; y por lo que se refiere a los hombres de Rommel, durante el último mes de 1916 y el primero de 1917 se enfrascaron en una serie de golpes de mano en los que causaron a los rumanos graves pérdidas, principalmente en forma de prisioneros. La conducción de las operaciones por parte de Rommel era a menudo atrevida, pero no exponía a sus soldados a situaciones de riesgo innecesarias. Uno de los ejemplos más representativos lo vemos en la toma de Gagesti, en la que el suabo capturó 330 prisioneros pero no sufrió una sola baja.

En el Gebirgsbataillon, Rommel empezó además a explotar una de las capacidades más sobresalientes del Ejército Alemán: la facilidad para formar grupos de combate ad hoc entre unidades de distintas armas (artilleros, ametralladores...) y así adaptarse a las circunstancias del momento. A pesar de la percepción que se tiene de los alemanes como “cabezas cuadradas”, lo cierto era que en los ejércitos germanos existía por lo general un mayor espacio para la improvisación que en el de cualquiera de sus oponentes. Rommel y otros muchos oficiales alemanes fomentaron y se aprovecharon de este rasgo específico de las tropas alemanas.

La batalla del Monte Cosna

A principios de 1917, el Gebirgsbataillon fue trasladado nuevamente a Francia, pero en verano ya estaba de vuelta en Rumanía, donde Rommel iba a participar en la, hasta el momento, batalla más importante de su vida: la toma del Monte Cosna.

El Monte Cosna era un obstáculo natural del primer orden: una gran montaña que se interponía entre los alemanes y el Mar Negro. Se encargó al Gebirgsbataillon que tomase el enclave y para esta misión se pensó en Rommel, a quien se le asignó el mando de varias compañías, incrementandose así notablemente el número de hombres a su cargo. El futuro mariscal inició el ataque el día 9 de agosto y lo dirigió con extraordinario ímpetu en las jornadas siguientes, hasta el punto de ser nuevamente herido -si bien de manera leve- en los combates a corta distancia que tuvieron lugar entre ambos contendientes. A pesar de ello, el joven oficial continuó encabezando la lucha, hasta llegar a conquistar casi totalmente el Monte Cosna para el día doce de agosto. Es en ese momento cuando las tornas cambian. Los rumanos soprendentemente consiguen reagruparse y preparan un contraataque que lanzan el día 13. Durante varias jornadas, golpean duramente a los alemanes, llegando prácticamente a expulsarlos hasta su punto de partida. Pero los hombres de Rommel lograrán mantener en su poder las estribaciones cercanas, evitando que la línea del frente se rompa ante el violento contraataque enemigo. Ante la tenaz resistencia germana, la ofensiva rumana pierde paulatinamente fuerza y, a partir del día 16, la situación se estabiliza. Tras un breve intervalo de tranquilidad, el día 19 de agosto Rommel pasa nuevamente al ataque y consigue, esta vez sí, expulsar a los rumanos de la montaña. Con todo, los rumanos no desisten y vuelven a lanzarse al contraataque poco después, pero en esta ocasión no tendrán éxito. Los alemanes se han asentado firmemente en la zona e impiden a las tropas enemigas asaltar la cima. El día 25, una vez que el enclave ha sido asegurado, el Gebirgsbataillon será destinado a la reserva.
 Rommel conoció personalmente a Hitler en septiembre de 1934 cuando este, ya convertido en máximo mandatario de Alemania, visitó Goslar y pasó revista a una guardia de honor formada por soldados del batallón comandado por el suabo.  a versión más extendida de este primer encuentro sostiene que Rommel, al enterarse de que una fila de miembros de las SS se iba a interponer entre su batallón y el Führer, amenazó con retirar a sus soldados si las SS no se apartaban, ya que entendía como un insulto el hecho de que sus hombres no fuesen considerados como suficientemente adecuados para proteger a Hitler. El militar se salió con la suya.
En 1935, a Rommel le destinaron a la academia de la guerra de Postdam, lugar en el que volvería a desempeñar funciones de instructor durante los siguientes tres años. Es en esta época cuando el militar empieza a mantener una relación más estrecha con los nazis. En 1936, el suabo será nombrado miembro de la escolta militar del Führer durante la reunión del NSDAP que tuvo lugar en Nuremberg. En una ocasión, Hitler le solicitó a Rommel que limitase el número de coches que iban a formar parte de su comitiva en una excursión. El militar, aún sabiendo que causaría malestar entre las personalidades excluidas, siguió las instrucciones recibidas a rajatabla, lo que le valió una felicitación personal del dictador.

En 1937, el militar suabo fue nombrado oficial de enlace del Ministerio de la Guerra con la organización de las Juventudes Hitlerianas. El teniente coronel cuajó adecuadamente en el puesto y conectó bien con los jóvenes, pero la relación de Rommel con el líder de las HJ -Baldur von Schirach- fue problemática en el extremo, lo que hizo imposible la continuación de aquel en esta función a partir de 1938.

Llegados a este punto, conviene hacer un pequeño inciso y dedicar un par de líneas a la actitud del Ejército Alemán hacia los nazis en estos años. Tras la Primera Guerra Mundial, en un intento por mantener al Ejército al margen de lo altibajos políticos de la nación, a los integrantes del Reichswehr se les prohibió apoyar a cualquier partido. Esta estricta norma se cumplió, por regla general, en el pequeño ejército de 100.000 hombres que tuvo Alemania hasta 1933. A partir de esta fecha, con la llegada de los nazis al poder, la vinculación de los militares con las nuevas autoridades se fue haciendo más estrecha. Hitler, en la dura pugna que mantuvo con sus antiguos camaradas de las SA nada más llegar al gobierno, proclamó que el Ejército era el único guardián de la nación, eliminando así las veleidades militaristas de esta organización nazi. Este tipo de actitud, teniendo en cuenta que Alemania acababa de pasar por unos años extraordinariamente turbulentos en los que sus fuerzas armadas habían sufrido numerosas humillaciones, tuvo una gran acogida entre los militares, quienes confiaban en que el nuevo mandatario les devolviese el prestigio perdido.

La llegada de los nazis al gobierno puso fin a gran parte de las convulsiones económicas y sociales que salpicaron la corta historia de la República de Weimar. Además, en lo referente al terreno militar, Hitler no solo dio preeminencia al ejército por delante de los elementos más revolucionarios del NSDAP -las SA-, sino que además le dotó de una fuerza que no había conocido en los últimos años. El dictador aumentó el numero de efectivos de las fuerzas armadas, las modernizó y las empleó en una serie de acciones (ocupación de Renania y unión con Austria) destinadas a devolver a Alemania al lugar que había perdido en el concierto internacional tras la Primera Guerra Mundial. Es fácil entender que esta política no podía sino obtener el apoyo de los antiguos oficiales que, como Rommel, habían conocido al prestigioso Ejército Imperial.

No obstante lo anterior, sí es cierto que existieron varios altos cargos militares, como el general Ludwig Beck, que trataron de oponerse a Hitler cuando este decidió invadir Checoslovaquia, pero el éxito del Führer con los acuerdos de Munich les dejó sin argumentos. Todos estos militares irían apartándose paulatinamente de los cargos de responsabilidad, bien por iniciativa propia, bien por las presiones de las autoridades nazis. Aparte de este reducido círculo de altas personalidades, la mayor parte del Ejército era, por lo general, favorable o, cuanto menos, no contraria a Hitler.

Esto, que hoy puede chocar, tiene su lógica si entendemos que la peor cara del nacionalsocialismo todavía no había hecho su aparición. Las atrocidades que llegarían a cometer los nazis aún se hallaban en esta época en estado embrionario. Existía una fuerte tendencia antisemita (como por otra parte existía en muchos países europeos), pero esta todavía no se había traducido en matanzas masivas de judíos. Existía una gran represión policial, pero para gran parte de los alemanes esto era preferible a los constantes disturbios y algaradas callejeras que había sufrido el Reich tras la guerra. Existían incluso los campos de concentración, pero estaban lejos de ser los páramos de exterminio en los que perecerían millones de seres humanos pocos años después. En definitiva, existía una situación que para muchos alemanes, incluidos los militares, era considerablemente mejor que la anarquía, el caos, la hiperinflación y el desempleo que habían sufrido en los años anteriores. Y esa era la posición en la que se encontraba en aquel momento Rommel. El militar suabo, igual que muchos compatriotas y compañeros de armas, percibía más las ventajas que el régimen de Hitler traía consigo en aquel momento que las tragedias a las que iba a dar lugar en el futuro. Y Rommel iba a ser protagonista de ambas.

Los últimos meses antes de la guerra

A finales de 1938, Rommel recibe ordenes de ponerse al mando del batallón de escolta de Hitler durante la ocupación de los Sudetes. Este puesto le dio la oportunidad de entrar nuevamente en contacto con el Führer. Su estancia en este cargo, como la propia campaña de los Sudetes, fue breve. En noviembre será ascendido a coronel y nombrado comandante de la Academia de la Guerra en Wiener Neudstadt, en Austria. El suabo asumió el mando de esta el 10 de noviembre, jornada en la que tuvo lugar la Kristallnacht, la tristemente célebre noche de los cristales rotos. Hitler empezaba a pisar a fondo el acelerador.

En marzo de 1939 el Reich presentó un ultimátum a Checoslovaquia, forzando a este país a aceptar un protectorado alemán sobre su parte occidental: los territorios de Bohemia y Moravia; y la independencia de su parte oriental: Eslovaquia. Alemania, apoyada por Polonia, ocupó de este modo lo que quedaba de territorio checo y Hitler entró en Praga el 15 de Marzo. Para llevar a cabo esta entrada, Rommel volvió a ponerse al mando de la escolta personal del Führer. Pero la ocupación de Chequia, aun habiéndose realizado de forma pacífica, no podía decirse que hubiese sido propiamente amistosa. Por ello, el desfile por la capital del país presentaba inconvenientes para la seguridad del mandatario germano, ya que era posible que se produjese algún incidente hostil. Por ello, el dictador pidió consejo al suabo, quien le recomendó: “vaya usted en coche descubierto y llegue, sin escolta, al castillo de Hradcany”. El militar argumentó que un gesto como ese despertaría la admiración de la gente y Hitler aceptó la recomendación. Concluida la maniobra, Rommel regresó a Austria.

A estas alturas, la relación de Rommel con Hitler era muy buena y, de hecho, todavía mejoraría en los años siguientes, antes de venirse abajo por completo. Pero para eso todavía faltaban años. Años que iban a dar a Rommel la oportunidad de hacerse un hueco en la historia. Y esa oportunidad estaba a punto de llegar.