domingo, 1 de julio de 2012

Honrad el trabajo y respetad al obrero....

Honrad el trabajo y respetad al obrero!
Tomo unos extractos de "Mi Lucha" para conocer la opinión de Hitler sobre los sindicatos:

- Ya a principios de siglo, el movimiento sindical había dejado de servir a sus objetivos iniciales. Año tras año fue cayendo cada vez más en el radio de acción de la política socialista, para ser solo utilizado como un ariete en la lucha de clases. Le correspondía por lo tanto la función de destruir, a fuerza de golpes, el cuerpo económico de la nación, para así poder demoler más fácilmente el edificio estatal, después de haber minado sus bases económicas. La defensa de los verdaderos intereses del proletariado no era ya la finalidad principal; hasta que por último la habilidad política estableció que tal vez no era deseable eliminar las plagas sociales y culturales de la masa, porque de esta manera se corría el peligro, una vez satisfechos sus deseos, de no poderlas utilizar más como una tropa de asalto ciega.

  Una perspectiva de este tipo infundía cierto temor a los líderes de la lucha de clases, que en realidad parecían rehusar cualquier reforma social oponiéndose  de la manera más decisiva.

  Me resultó difícil comprender los motivos de una posición tan absurda en apariencia.

  Cuando las exigencias de los obreros se hacían cada vez mayores, su posible realización parecía siempre más inadecuada e ineficaz, de modo que siempre se le podía decir a la masa que las escasas reformas tomadas en consideración, tendrían diabólicamente a reducir la fuerza combativa del proletariado hasta paralizarla. Y dada la poca inteligencia de las grandes masas, el éxito de esta táctica era indiscutible.

  Del lado burgués, estaban indignados por esta evidente mala fe de la táctica socialista, pero no sabían sacar la mínima consecuencia para corregir la propia conducta.

  Precisamente el miedo del socialismo de frente a cualquier levantamiento del proletariado de lo más profundo de su miseria cultural y social, habría debido llevar a los burgueses a hacer el máximo esfuerzo en esta dirección, para quitarle a los lideres de la lucha de clases su mejor instrumento. Pero esto no se hizo.

  En lugar de tomar por asalto la posición del enemigo, se prefirió obligarlo poco a poco a tener que defenderse para aferrarse después a subterfugios absolutamente insuficientes que, al aplicarlos demasiado tarde, no tenían efecto y eran inútiles. Todo quedaba como antes. Solo el malhumor crecía.

  Como una amenazadora nube tormentosa se levantaba ya sobre el horizonte el "sindicato libre". Este fue uno de los más terribles instrumentos de poder para la seguridad y la independencia de la economía nacional, para la fuerza del Estado y la libertad del individuo.

  Fue lo que redujo el concepto de democracia a una frase vacía y ridícula, burlándose vergonzosamente de la libertad y la fraternidad con la frase: "Si no quieres ser un 'compañero' te rompemos la cabeza".

  Y fue así como yo aprendí a conocer aquella amiga de la humanidad. Con el transcurso de los años mi conocimiento se hizo más profundo y más amplio, pero nunca tuve que cambiar sus bases.

Espantosa es la miseria que el pueblo alemán tiene tras si. Y no porque haya faltado la diligencia, ¡no! Millones de nuestro pueblo siguen trabajando como antes, millones de campesinos marchan tras el arado como antes, millones de obreros trabajan en el torno de banco, ante el retumbante yunque. ¡Millones de nuestro pueblo trabajan y otros millones anhelan trabajar, más no pueden! Decenas de millares ponen fin voluntariamente a una existencia que para ellos no parece contener más que dolores y miseria. Lo truecan por el otro mundo donde esperan encontrar más y mejores cosas que en la tierra. Tremenda es la desgracia que ha venido a buscarnos, dejando en todas partes el abatimiento y hasta la desesperación. Y nosotros nos preguntamos ¿por qué?

Es una crisis política. El pueblo alemán está en vías de decaimiento, todas sus fuerzas vitales las necesita para la lucha interior. La confianza en la fuerza de la propia voluntad, la propia fuerza, ha desaparecido. Millones dirigen la mirada hacia el resto del mundo con la esperanza de recibir de allá dicha y la salvación. El pueblo decae y en este decaimiento desaparece su fuerza vital, la fuerza para la afirmación de la vida. Los resultados de esta lucha de clases lo vemos alrededor de nosotros y debajo de nosotros y queremos aprender de ellos, pues una cosa hemos reconocido como primera presuposición para el restablecimiento de nuestro pueblo: ¡El pueblo alemán ha de volver a conocerse mutuamente!

Los millones de hombres divididos en profesiones, separados en clases artificiales, que, atacados de presunciones profesionales y locura de clases, no pueden comprenderse unos a otros, tienen que encontrar el camino de unos a otros. Una tarea extraordinaria, poderosa, ¡lo sabemos!. Cuando la locura ha sido defendida y predicada como idea política por espacio de 70 años, cuando la destrucción de la solidaridad popular ha sido casi una ley política 70 años seguidos, es difícil, sumamente difícil, querer cambiar el sentido de los hombres de un golpe. Sin embargo, no debemos desanimarnos ni desesperar. Lo que construyeron las manos del hombre, pueden derribarlo las manos del hombre, lo que inventó en un tiempo la insensatez humana, puede vencerlo y rehacerlo de nuevo una prudente sensatez.

Sabemos que este proceso de encontrarse unos a otros y comprenderse mutuamente no es cuestión de semanas o meses, ni siquiera de unos pocos años. Tenemos, empero, la inquebrantable voluntad de cumplir esta misión ante el pueblo alemán, estamos resueltos a conducir a los alemanes unos a otros, hasta empleando la fuerza si necesario fuese.
He aquí el sentido del 1 de mayo que a partir de hoy ha de ser celebrado en Alemania a través de los siglos, que en el día de hoy se encuentren unos a otros cuantos actúan en el gran engranaje de nuestra labor creadora nacional, y que una vez al año se estrechen las manos convencidos de que nada puede hacerse en tanto no contribuyan todos a la realización de esta labor. Y así, hemos elegido como lema de este día la máxima siguiente:

¡Honrad el trabajo y respetad al obrero!

Para millones es hoy difícil volverse a encontrar por sobre el odio y los errores procreados artificialmente en tiempos pasados. Hay un credo que nos permite recorrer fácilmente este camino. Que trabaje quien quiera y donde quiera, mas no puede ni debe olvidar que su compañero, el que cumple su deber lo mismo que él, es indispensable, que la nación no existe por el trabajo de un gobierno, de una clase determinada o por obra de su inteligencia, sino que solo vive por el trabajo común de todos. Si millones creen poder sacar de la naturaleza del trabajo una deducción acerca de la dignidad de su portador, se encuentran en un amargo error. Hay decenas de millares entre nosotros que quieren hacer depender el respeto al individuo de la clase de trabajo que éste hace. ¡No! Lo decisivo no ha de ser lo que él crea o hace, sino como lo hace. Que entre nosotros hay millones que trabajan año por año, sin la esperanza de adquirir jamás riquezas digo más, sin ganar lo suficiente para llevar una vida sin apuros, no ha de ser motivo para los demás para no creerse dignos de ellos, pues solo su idealismo y abnegación son los que permiten y facilitan el ser y la vida de la colectividad. ¡Desgraciados de nosotros si llegase a desaparecer este idealismo en nuestro pueblo y el valor de los hombres se quisiera medir únicamente por los bienes terrenales que le ha deparado la suerte! El valor de nuestro pueblo no sería ya entonces tan grande ni su existencia tan larga.

No es útil el explicar al obrero su importancia, el demostrar al campesino la necesidad de su existencia, el ir al intelectual, al trabajador mental para hacerles ver la importancia de su cometido y de su labor. Lo necesario es enseñar a cada clase social la importancia de la otra. Y así es preciso que vayamos a las ciudades a proclamar y anunciar la necesidad y la esencia del campesino alemán, que salgamos al campo  y vayamos en busca de nuestra intelectualidad para hacerle ver la importancia de los obreros y trabajadores alemanes. Vamos a ver al obrero y al campesino para enseñarles que sin la inteligencia alemana no hay vida alemana; que todos juntos deben formar una gran comunidad: inteligencia, frente y puño, obreros, campesinos y ciudadanos.

El 1 de mayo ha de transmitir al mismo tiempo al pueblo alemán el reconocimiento de que: la aplicación y el trabajo solos no crean la vida si no se desposan con la fuerza y la voluntad de un pueblo. Aplicación y trabajo, fuerza y voluntad, actuando conjuntamente, solo cuando detrás del trabajo se levante el puño fuerte de la nación para proteger y amparar, puede venir la verdadera bendición.

Hay más, este día ha de hacerle comprender al pueblo alemán: ¡Pueblo alemán! Serás fuerte cuando seas uno, cuando hayas arrancado de tu corazón tus discordias y el espíritu de lucha de clases. Podrás poner detrás de tu trabajo una fuerza inaudita cuando enlaces tu trabajo con la voluntad de vivir de todo tu nacionalismo.

Tenemos la firme resolución de que todo alemán, sea quien sea, rico o pobre, hijo de sabios o de obreros de fábrica, vaya una ve en su vida al trabajo manual para conocerlo, para que algún día pueda mandar aquí con más facilidad por haber aprendido ya antes a obedecer. No pensamos en eliminar el marxismo únicamente por fuera, exteriormente; estamos resueltos a privarlo de las presuposiciones. Queremos ahorrar los trastornos mentales a las generaciones que vienen detrás de nosotros.

Los trabajadores de la cabeza y de la mano no deben estar nunca unos contra otros. Por esta razón, exterminamos la soberbia y la presunción que se apoderan tan fácilmente del individuo y le hacen ver con desprecio a los camaradas que "solo" trabajan en el torno de banco, junto a la máquina o detrás del arado. Pero no basta que cada alemán conozca esta clase de trabajo, precisa también que el obrero manual sepa, a su vez, que también hay necesidad del trabajo mental. También a él hay que hacerle ver que nadie tiene derecho a menospreciar a los demás y creerse superior a ellos, sino que todo el mundo debe estar preparado para la gran comunidad.

En este año realizaremos por primera vez esta gran idea ética que enlazamos con el servicio de trabajo obligatorio. Y sabemos que algún día, cuando hayan transcurrido 40 años, habrá experimentado la palabra trabajo manual para millones de seres humanos la misma transformación que sufrió en un tiempo el concepto de lansquenete, en cuyo lugar hubo de ponerse el soldado alemán.

Otra de las grandes misiones que pensamos llevar a la práctica en este año es la liberación de la iniciativa creadora de los fatales influjos de los acuerdos de mayoría. No solo en el Parlamento, no, también en la economía. Sabemos que nuestra economía no podrá prosperar en tanto no se encuentre una síntesis entre la libertad del espíritu creador y el deber con respeto del pueblo todo. Nuestra misión consistirá asimismo, por tanto, en conceder a los tratados la importancia que les corresponde. El hombre no vive para los tratados y contratos, sino que estos existen para facilitar la vida del hombre. Finalmente harémos este año todos los esfuerzos posibles para recorrer la primera etapa del camino de una administración económica orgánica, partiendo del reconocimiento fundamental de que: "No hay encumbramiento que no empiece en la raíz de la vida nacional y económica, en el campesino". De aquí parte el camino que conduce al obrero y finalmente a la inteligencia.

De aquí nace otra nueva tarea: la eliminación de la falta de trabajo procurando ocupación a los que no la tienen. La procuración de trabajo la dividimos en dos grupos. Primeramente la procuración del trabajo privado. Aquí emprenderemos este año una gran obra, la referente a la restauración de los edificios y casas alemanas para que centenares de millares tengan trabajo. En este momento y en este sitio vamos a apelar por primera vez al pueblo diciéndole : ¡Alemanes! No creáis que el problema de la procuración de trabajo se va a resolver en las estrellas. Vosotros tenéis también que ayudar y contribuir a su solución. Tenéis por confianza y prudencia que hacer lo que pueda dar trabajo. Cada uno tiene el deber personal de no vacilar en la creación de lo que necesita, de no esperar para mandar hacer lo que alguna vez tiene que mandar hacer. Cada empresario, cada propietario de casa, cada hombre de negocios, cada particular, tiene la obligación de acordarse del trabajo alemán. Si el mundo propala hoy falsas afirmaciones contra nosotros, si se proscribe el trabajo alemán, debemos esperar que el alemán se haga cargo él mismo de su trabajo.

¡Queremos trabajar y trabajaremos! Todo depende al fin del pueblo alemán mismo, de vosotros, de la confianza que tengáis en nosotros, depende de la fuerza con que os confeséis partidarios del Estado Nacional. Únicamente cuando todos seáis unos en la voluntad de salvar Alemania podrá encontrar el ciudadanos alemán su salvación de su patria. 

¡Camaradas alemanes! Si el mundo está así contra nosotros, con tanta mayor razón debemos formar una unidad, con tanta mayor razón debemos asegurarle: ¡Podéis hacer lo que queráis! ¡Pero nunca nos doblegaréis, jamás nos obligaréis a reconocer un yugo! ¡El llamamiento a igualdad de derechos no lo apartaréis de nuestro pueblo! El pueblo alemán ha vuelto en si. ¡No tolerará en su seno a quienes no estén por Alemania! ¡Queremos merecer honradamente el nuevo encumbramiento de la nación por medio de nuestra aplicación, de nuestra perseverancia, de nuestra inconmovible voluntad! No imploramos del Omnipotente: "Señor, hacednos libres". Queremos ser activos, trabajar, tratarnos como hermanos, luchar juntos, para que algún día llegue la hora en que podamos presentarnos ante el Señor y podamos decirle: "Señor, ya ves, nos hemos cambiado". El pueblo alemán no es ya el pueblo sin honra, de la desvergüenza, de la anarquía, de la pusilanimidad  de la incredulidad. No, Señor, el pueblo alemán es ya otra vez fuerte en su voluntad, fuerte en su perseverancia, fuerte para sobrellevar todo sacrificio

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