La epopeya del 189º Regimiento de Infantería Alemana.
La 81ª División de Infantería, a la cual pertenecía el 189º Regimiento de Infantería, había participado en la campaña de Francia sin pérdidas dignas de mención. Justo antes de la Navidad de 1941, la división se encontraba acuartelada a lo largo de la costa Atlántica, disfrutando de un cómodo alojamiento.
La vida alegre en Francia.
Pero no disfrutarían de las festividades navideñas en la costa del Atlántico. El 22 de diciembre de 1941 llegó la orden: Prepararse para partir. El 23 de diciembre las compañías se subieron a su tren. ¿A dónde se dirigirían? No parecía un viaje largo. No se les había proporcionado ninguna clase de comida especial o ropa de invierno. No habían recibido armas nuevas ni equipo de ningún tipo. Nadie creía el rumor que se abría paso lentamente a través del tren desde el estado mayor del regimiento: ¡Vamos al Frente Este, a Rusia!
Los soldados alemanes en el tren que los llevará al Frente Este.
Monótonamente, las ruedas traqueteaban sobre los raíles atravesando Francia. Los hombres pasaron la Nochebuena en la paja de sus vagones de mercancías. Comanzaban a temblar de frío dentro de sus abrigos ligeros. Siguieron adelante a través de Alemania. A continuación a través de Polonia. En Varsovia recibieron víveres. Cuando recibieron su siguiente entrega se encontraban bien dentro de Bielorrusia en Minsk. La temperatura era de 25 grados bajo cero y el frío se filtraba por los laterales de los vagones. Las estufas primitivas ardían al rojo vivo, pero los hombres padecían un frío miserable.
Después de trece días de viaje sin interrupciones, las compañías bajaron de su tren el 5 de enero de 1942. Se encontraban en la estación de Andreapol, sobre un manto de nieve de un metro de espesor y 30 grados centígrados bajo cero. No había un solo abrigo de invierno entre ellos. No había pasamontañas para los cascos ni orejeras. Antes de que pudieran saber lo que les había ocurrido, muchos hombres sufrieron congelaciones en dedos de los pies y orejas.
Dos soldados alemanes sin ropa de invierno adecuada se acurrucan en busca de calor dentro de un agujero de tirador.
El diario de guerra del II Cuerpo registra: "La total ausencia de equipamiento de invierno de que adolece el regimiento desafía a toda descripción." Pero antes de que fuera posible equipar al regimiento, que cuenta con una fuerza de apenas 3.000 hombres, incluso con la más urgente de las necesidades se le ordenó entrar en acción contra los Regimientos de Guardias de la 249ª División de Fusileros de Yeremenko que estaban manando a través de la brecha abierta en Peno y en dirección sudoeste hacia Andreapol. Batallones de esquiadores soviéticos ya avanzaban a través del Lago Okhvat.
El Coronel Hohmeyer interpuso sus batallones en su camino. La 2ª Compañía de Ingenieros fue puesta a sus órdenes.
Los soldados alemanes se despliegan en posiciones de combate nada más llegar a Rusia.
El 1º Batallón del 189º Regimiento de Infantería, reforzado por una batería del 181º Regimiento de Artillería, llegó al pueblo y a la estación de Okhvat exactamente al mismo tiempo que las vanguardias rusas. Los rusos capturaron el extremo oriental de la pequeña localidad, mientras la 3ª Compañía del Capitán Lindenthal se aferraba a su extremo occidental. La 249ª División de Fusileros Soviética envió a la acción a su 925º Regimiento - Siberianos que cargaron a través del lago helado con gritos de ¡Hurra! Hohmeyer también dirigió a su 3º Batallón a Okhvat.
Junto al terraplén del ferrocarril el Capitán Neumann trataba de rechazar los ataques rusos con su 11ª Compañía y de relevar al 1º Batallón en Okhvat. Los rusos debían ser contenidos - al menos lo suficiente para constituir una línea defensiva de contención en la amplia brecha horadada entre el Dvina y el Volga. A menos que se consiguiera detenerlas, las divisiones soviéticas avanzarían hacia sus objetivos -Vitebsk, Smolensko y la autopista- para establecer contacto con los Ejércitos Soviéticos que avanzaban a su vez desde el sur y cerrar la trampa en torno al Grupo de Ejércitos Centro.
El Sargento Maziol con su pelotón se encontraba desplegado en el borde sudoccidental de Okhvat. "¡Tanques!" El Cabo Gustav Praxa de pronto gritó en el interior de la cabaña de campesinos. ¡Todo el mundo fuera! Desde la entrada al pueblo llegó el primer tanque, un T-60 ligero. Detrás, en línea, venía otro, después un segundo y un tercero - ocho en total. Se trataba de un grupo de combate del 141º Batallón de Tanques Soviético.
Columna de tanques soviéticos.
Los tanques dispararon dentro de las casas. Hicieron trizas los techos de paja. Claramente, tenían intención de destrozar cualquier cosa que pudiera servirles a los alemanes de acomodo. Se trataba de un método de combate típicamente ruso. Maxiol, junto con Praxa y el Sargento Müller, que dirigía la 1ª Sección, se encontraban detrás del recodo de una casa. Un tanque enemigo en el lado más alejado de la ancha calle del pueblo rociaba el terreno con fuego de ametralladora, haciendo saltar la nieve y manteniendo a los tres hombres cuerpo a tierra.
"Si nos rebasan, destruirán nuestros vehículos de suministro y continuarán hasta Andreapol," observó Maziol con su inconfundible acento silesio. A continuación agregó con toda naturalidad: "Tenemos que acabar con ellos a base de granadas."
Müller y Praxa comprendieron. Con dedos entumecidos prepararon sus granadas de mano. El primero de los T-60s ya rugía junto al recodo de la casa.
Ése era el momento de Müller. Se incorporó, corrió junto al tanque y se encaramó a su parte trasera. Agarró el tirador de la escotilla. La abrió. La mantuvo abierta con su mano izquierda mientras su mano derecha se aferraba a su granada de huevo. Con los dientes tiró de la anilla detonadora. Aguardó con calma dos segundos y arrojó el huevo al interior del tanque. Se bajó. Una explosión. Un surtidor de llamas.
Granadas alemanas de mango y de huevo.
El segundo tanque se detuvo. Su escotilla se abrió. El ruso quería echar un vistazo rápido para ver lo que estaba sucediendo. Fue suficiente para que Maziol pudiera ponerlo en el punto de mira de su metralleta. Escupió varios disparos desde su cañón. El ruso cayó hacia atrás dentro de la turreta. Y ya se encontraba Müller sobre el tanque, arrojando una granada de mango al interior de la escotilla de la torreta, que todavía estaba abierta.
Los dos tanques quedaron envueltos en un humo negro que cubrió la carretera. Como un fantasma el tercer tanque emergio a través del humo. Abruptamente trató de dar marcha atrás, pero quedó atascado en la nieve. El Cabo Praxa se subió a su torreta, pero no pudo abrir la escotilla. Por suerte, el artillero ruso la abrió desde dentro justo en ese momento. También quería echar una rápida mirada alrededor. Al ver a Praxa bajó de nuevo. Pero la granada de mano se deslizó dentro justo antes de que la escotilla se cerrara.
Tras ser testigos del desastre que había recaído sobre la punta de lanza de su grupo de combate, los otros cinco tanques soviéticos rodaron descontrolados por la nieve profunda. Finalmente, dieron media vuelta en la ancha calle del pueblo y se retiraron. Al anochecer, los siberianos del 925º Regimiento de Fusileros regresaron de nuevo. Para apoyarlos el General Tarasov esta vez había empleado los Regimientos de Fusileros 1117º y 1119º de la 332ª División de Fusileros. El 1º Batallón del Teniente Coronel Proske fue castigado con dureza. La 11ª Compañía del Capitán Neumann que combatía junto al terraplén del ferrocarril, también tuvo que ceder terreno.
Durante la noche del 12 al 13 de enero el termómetro cayó a 42 grados bajo cero. En cada compañía había entre veinte a treinta hombres fuera de combate debido a graves congelaciones.
Soldados alemanes en pleno combate.
En la mañana del 13 de enero, la fuerza de combate media de las compañías alemanas quedaba reducida a cincuenta o sesenta hombres. En el sector del 1º Batallón tan sólo quedaban tres casas de campesinos en las que los hombres pudieran calentarse un poco. Los caballos permanecían a la intemperie. Sus ojos estaban febriles y temblaban de frío.
Yeremenko no cabía en sí de ira: un solo regimiento alemán contenía su avance hacia Andreapol y Toropets y le negaba el acceso a los codiciados almacenes de suministro. Por esa razón decidió emplear entonces a sus Divisiones de Fusileros 249ª y 332ª en una maniobra de flanqueo. El 14 de enero los rusos golpearon la retaguardia del 189º Regimiento. Aplastaron las columnas de suministros en el área de Lugi y Velichkovo. Bloquearon las rutas de suministro. Aplastaron las enfermerías y hospitales de campaña. Cerraron la trampa.
A las 18:00 horas el Coronel Hohmeyer ordenó romper el cerco. En un repentino bombardeo concentrado sobre Velichkovo y Lugi la artillería gastó su últimos proyectiles. A continuación, las compañías atacaron. Era el 15 de enero. Desde el 11 de enero los hombres no habían dormido adecuadamente y tan sólo habían recibido comida caliente en dos ocasiones.
La artillería alemana gasta sus últimos proyectiles.
Lugi fue reconquistada por el 1º Batallón. Los contrataques soviéticos con tanques fueron detenidos por el Teniente Klausing en el borde del pueblo. Tan sólo en la iglesia pudo resistir una posición de ametralladora soviética. Su fuego bloqueó la carretera. Una de las víctimas era el Teniente Gebhardt. Su pelotón fue acribillado.
Un cabo, héroe anónimo, se abrió paso a través de la nave en ruinas de la iglesia y tras trepar a la galería del órgano acabó con la ametralladora con tres granadas de mano.
Pero fue imposible reconquistar Velichkovo. El 2º Batallón reforzado quedó retenido en el centro del pueblo y lentamente se fue desgastando.
Para el 16 de enero, tan sólo sobrevivían unos pocos restos del 189º Regimiento de Infantería. Los rusos una vez más irrumpieron en Lugi con cinco tanques, aplastaron la columna de trineos del regimiento, bloquearon el terraplén del ferrocarril en su retaguardia y en seguida se encontraron ante Andreapol.
Oficial alemán a lomos de su caballo en pleno invierno ruso.
El Coronel Hohmeyer concedió a los batallones carta blanca para abrirse paso por sus propios medios hasta Toropets a través de los bosques, lo que suponía una marcha de 55 kilómetros. El propio coronel salió a lomos de un caballo a reconocer el terreno. Fue un viaje a la eternidad. No regresó; murió en algún de los yermos nevados a las afueras de Andreapol, como la mayoría de los hombres de su regimiento. Hohmeyer fue ascendido a mayor general a título póstumo. El Teniente Coronel Proske también envió a caballo a dos de sus oficiales en busca de un camino por el que infiltrarse. Ninguno de ellos volvió.
En pequeños grupos de combate, los oficiales y suboficiales trataron de penetrar a través de la profunda nieve de los bosques. Pero tan sólo un destacamento del 1º Batallón tuvo éxito en completar la terrible travesía a Toropets. Habían partido con 160 hombres. Cuarenta alcanzaron su destino el 18 de enero.
"El 189º Regimiento de Infantería Alemán ha dejado sobre el campo de batalla 1.100 muertos," informó Yeremenko. Mil cien muertos.
La Wehrmacht contiene la penetración de Yeremenko.
General Soviético German Tarasov.
Con las unidades del Coronel Hohmeyer aplastadas, la carretera quedó abierta para el primer objetivo de Yeremenko - los gigantescos almacenes de suministros en Toropets. Las formaciones alemanas de retaguardia de la 403ª División de Defensa Local con sus pocos tanques enemigos capturados y unidades de policía fueron incapaces de mantener la localidad. Cinco regimientos soviéticos de primera línea desataron un ataque en círculo. El 21 de enero, el General Tarasov capturó los depósitos de suministros de Toropets intactos. Por primera vez desde el comienzo de su ofensiva, los soldados de Yeremenko disponían de suministros de comida adecuados.
Después de la penetración en Toropets no quedó ya ningún frente alemán continuo a lo largo de una franja de 130 kilómetros entre Velikiye Luki y Rzhev. Se trataba del momento más humillante y peligroso que experimentaba el Grupo de Ejércitos Centro desde el 6 de diciembre de 1941. Tres Ejércitos Soviéticos -con el Cuarto Ejército de Choque de Yeremenko en primera línea con cuatro divisiones de fusileros, dos brigadas de fusileros y tres batallones de esquiadores- tocaban con la punta de los dedos la gran victoria que, tal y como esperaba Stalin, arrojaría la destrucción sobre el Grupo de Ejércitos Centro Alemán y por lo tanto supondría un momento decisivo en la guerra.
General Kurt von der Chevallerie.
En esta situación, el General von der Chevallerie, al frente del LIX Cuerpo, recibió orden de sellar la brecha de Vitebsk con tres divisiones. Se trataba de una orden sencilla de dar, pero de las tres divisiones ni siquiera una había llegado por completo todavía a Rusia. El grueso de todas estas divisiones se encontraba aún en ruta desde Francia hasta el Frente Este - la 83ª División de Infantería del Norte de Alemania, la 330ª División de Infantería de Württemberg y la 205ª División de Infantería de Baden. Las únicas unidades con que se podía contar eran los restos del 416º Regimiento de Infantería de la123ª División de Infantería de Berlín-Brandenburgo que había sobrevivido el infierno del Lago Seliger.
El General von der Chevallerie y el personal avanzado de sus cuarteles generales de Cuerpo en Vitebsk habían estado trabajando febrilmente desde el 20 de enero para transportar sus unidades a Rusia. Era una carrera contra el reloj.
La 249ª División de Fusileros y unidades de la 358ª División de Fusileros de Yeremenko avanzaban entretanto desde Toropets hacia Ostrovskiye y Velizh, importantes nudos de carretera sobre el Dvina y los últimos obstáculos sobre la carretera a Vitebsk, la principal base de suministro y víveres del Grupo de Ejércitos Centro.
Los soldados de la Wehrmacht defienden sus posiciones como gato panza arriba.
El Teniente General Kurt von der Chevallerie no podía hacer otra cosa que enviar a sus unidades a la acción con cuentagotas, por así decirlo, a medida que llegaban al Este, directamente desde sus trenes, para detener a los regimientos de Tarasov. Las hazañas logradas por estos batallones alemanes, que fueron arrojados directamente desde el templado invierno francés a temperaturas entre 40 y 50 grados centígrados bajo cero esperando que conjurasen el peligro que amenazaba al Grupo de Ejércitos Centro, sobrepasa toda comprensión.
Con sus grupos de combate, Chevallerie defendió los puntos cruciales de la brecha entre los Ejércitos Noveno y Décimosexto hasta que ahora, al final del mes de enero de 1942, el Tercer Ejército Panzer lo ha sustituido detrás. Los nombres de los pueblos se han convirtido en salvajes memoriales a las batallas de invierno - Demidov, Velizh, Kresty, Surazh y Rudnya. Los hombres del Norte de Alemania, Suabia, Baden y Brandenburgo han hecho de estos destartalados pueblos rompeolas contra los cuales las olas de Yeremenko se han estrellado y han sido contenidas.
Penetración soviética y bolsas de contención alemanas.
Los combates más violentos han tenido lugar en Velizh y Kresty. Allí, un grupo de combate al mando del Coronel Sinzinger, con el 257º Regimiento de Infantería y algunas unidades de la 83ª División de Infantería, ha ofrecido una resistencia tenaz a los rusos. Los hombres de Lüneburg, de Schleswig-Holstein, de Hamburgo y de Bremen, han pasado las noches en sus tiendas a 25-40 grados bajo cero, sin paja y sin fogatas. Durante el día se han abierto camino a través de una capa de nieve que les llegaba a la altura del pecho. Han quedado rodeados. Han contratacado y roto el cerco. Han avanzado combatiendo y retrocedido combatiendo de nuevo. Pero no han dejado de resistir. Enfrentándose a ellos había cuatro divisiones soviéticas y unidades de tres brigadas de fusileros, que han luchado sin reparar en pérdidas para alcanzar a través del nudo de carreteras de Rudnya la autopista Minsk-Smolensko-Moscú y así ahogar la arteria vital del Grupo de Ejércitos Centro.
Pero no han tenido éxito. La ofensiva soviética se ha extinguido ante la inesperada oposición del LIX Cuerpo de Ejército Alemán. El propio Yeremenko ha citado sin disimulo las razones del fracaso de esta ofensiva a gran escala: el Alto Mando Soviético ha subestimado el poder de resistencia de las tropas alemanas en una guerra de invierno en condiciones siberianas. Había dado por hecho que las divisiones alemanas se encontrarían completamente exhaustas. Por lo tanto, Stalin ha cometido exactamente el mismo error que cometiera el Führer ante Moscú. El Alto Mando Soviético ha subestimado a su oponente y sobrestimado su propia fuerza.
Inadecuados suministros de municiones, combustible y víveres, la escasez de oficiales, el pésimo entrenamiento de las tropas y las bajas inesperadamente elevadas han desgastado a las tropas soviéticas. Los Guardias de Yeremenko, la 249ª División de Fusileros, tan sólo cuenta con 1.400 hombres, según arrojan sus propios números. El 9 de enero la división había entrado en combate con 8.000 hombres.
Cadáveres soviéticos amontonados sobre la nieve.
Ni las más rigurosas órdenes del Alto Mando Soviético han permitido al 4º Ejército de Choque de Yeremenko llegar a imaginar siquiera su pretendido objetivo - Vitebsk. Simplemente no han podido alcanzarlo. Los dos Ejércitos sobre los flancos de Yeremenko, el 3º Ejército de Choque al oeste y el 32º Ejército Soviético al este, han sido incapaces igualmente de alcanzar sus objetivos de Velikiye Luki y Yarzevo sobre la autopista Smolensko-Moscú. El 3º Ejército de Choque de Purkayev ha quedado atascado ante Kholm, donde el grupo de combate alemán Scherer mantiene una defensa en erizo, deteniendo a las divisiones rusas. El 32º Ejército del General Vostrukhov no ha avanzado más allá de Belyy, donde las unidades de la 246ª División de Infantería de Hesse ha plantado una resistencia tenaz.
Por lo tanto, el ataque más peligroso de la ofensiva de invierno soviética contra el Grupo de Ejércitos Centro, el avance hasta la retaguardia de su Noveno Ejército, ha fracasado. La mandíbula externa de las tenazas soviéticas, diseñadas para clavarse profundamente detrás del frente alemán, ha sido mellada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario