La nueva Francia y la nueva Alemania se dan la mano.
Fotografía desde otro ángulo en la que se destaca el sobrio gesto del Führer.
El Führer le ha expuesto al Mariscal con gran detalle los éxitos y logros de la Wehrmacht, haciendo especial hincapié en la generosidad de sus ofertas de paz. A continuación ha hablado de los muchos errores que ha cometido Francia, y de nuevo ha hecho alusión, como hiciera ayer al hablar con el Caudillo español, al hecho de que “Inglaterra ya ha sido derrotada. Simplemente no está dispuesta a admitirlo.” Como conclusión, el Führer ha propuesto a Pétain alinear a su país junto a Alemania en un frente común contra Inglaterra. Los franceses ya tienen en Orán y Dakar sendos buenos ejemplos del respeto que Gran Bretaña está dispuesta a mostrarle a la nueva Francia.
El anciano Mariscal francés, a quien el destino ha impuesto la nada envidiable tarea de dirigir a Francia durante una de las etapas más oscuras de su Historia, no las tiene todas consigo; los tiempos de Napoleón quedan lejos, por no decir los de Juana de Arco, y lo cierto es que la actual Francia no se puede permitir tomar parte en un asalto contra Gran Bretaña. Pétain está resuelto a ganar tiempo sin provocar al Führer y, si acaso, tratar de obtener algunas concesiones políticas. De ese modo, Pétain ha sacado a colación de manera muy astuta las cuestiones de un Tratado de Paz y la liberación de aproximadamente dos millones de prisioneros de guerra franceses que todavía permanecen en manos alemanas.
El Führer no ha estado por la labor de conceder ninguna de ellas; un Tratado de Paz supondría el abandono de la Francia Ocupada por parte de la Wehrmacht antes de haber concluido la guerra con Gran Bretaña y todavía no ha llegado la hora de liberar a ningún prisionero de guerra francés. Sí que está dispuesto, no obstante, a ordenar el traslado del cadáver del Duque von Reichstadt de su lugar de reposo en Viena a París. Con esto debería bastar para curar el orgullo herido de los franceses.
Tras muchos tiras y aflojas, finalmente ha quedado claro que no va a resultar posible establecer una alianza militar entre Francia y Alemania, por lo que el Führer ha desistido en sus intentos. En cualquier caso, los dos Jefes de Estado han quedado de acuerdo en que las Potencias del Eje y Francia comparten el interés común de que se consiga derrotar cuanto antes a Inglaterra, y en ese sentido el Gobierno francés hará todo cuando esté en su mano pese a que no esté dispuesto a declarar la guerra a Gran Bretaña ni tomar parte en operaciones militares junto a la Wehrmacht.
Tras este acuerdo a medias que deja un sabor agridulce en el paladar del Führer, los dos líderes dan por finalizada la reunión y se despiden. El Führer, en un gesto de cortesía, ha acompañado al anciano Mariscal de vuelta a su vehículo y a continuación ha vuelto a meterse en su tren, que ha partido rumbo a Alemania.
Sin embargo, al regresar a su tren especial al Führer le aguarda una desagradable sorpresa en forma de una carta de parte del Duce. Parece que Benito Mussolini finalmente no se ha atrevido a que el Führer se entere a través de los periódicos de sus intenciones de invadir Grecia y le ha enviado una carta en la que informa de la inminente operación. La opinión del Führer tras leer la misiva ha sido así de categórica: “Nunca podrán los italianos lograr gran cosa frente a los griegos en los Balcanes durante las lluvias de otoño y las nieves de invierno.” A continuación, el Führer le ha ordenado a von Ribbentrop que establezca conexión telefónica con Roma de inmediato y concierte una reunión con el Duce en el norte de Italia para la próxima semana.
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