viernes, 3 de agosto de 2012

El mito de la justicia de Nuremberg

Este Tribunal representa una continuación de los esfuerzos de la guerra (¿?) de las naciones aliadas.
Robert H. Jackson, Procurador General de los Estados Unidos
(Nuremberg, sesión del 26 de julio de 1946)

El 8 de agosto de 1945, los dirigentes americanos, ingleses, franceses y rusos se reunieron en Londres para ultimar: la persecución y los castigos a los grandes criminales de guerra de las potencias europeas del Eje, creando para ello un Tribunal militar internacional (artículo I, a).
Los crímenes quedaban definidos en el Título II, artículo ó.
Crímenes contra la paz que concernían a los responsables del desencadenamiento de la guerra.

Crímenes de guerra por la violación de las leyes y costumbres de la guerra.

Crímenes contra la humanidad, es decir esencialmente contra las poblaciones civiles.

La constitución de una jurisdicción semejante requiere algunas precisiones:

No era un Tribunal internacional puesto que no estaba formado más que por los vencedores y en consecuencia, sólo se tendrán en cuenta los crímenes cometidos por los vencidos (138). Como reconoció, con razón, el Procurador General de los Estados Unidos, Robert H. Jackson, que presidía la audiencia del 26 de julio de 1946: Los aliados se encuentran todavía técnicamente en estado de guerra contra Alemania Como Tribunal militar, este Tribunal representa una continuación el esfuerzo de guerra de las naciones aliadas.

Se trataba de un tribunal de excepción que constituía el último acto de guerra y que excluía, por principio, cualquier responsabilidad de los vencedores, entre ellas la iniciación de la guerra.
Se excluía, de antemano, cualquier recuerdo de lo que fue la causa del conflicto. En Nuremberg no se cuestionó si el Tratado de Versalles, con todas sus consecuencias, en particular la multiplicación de las quiebras y sobre todo el desempleo, no había propiciado la ascensión de alguien como Hitler al poder con el asentimiento de la mayoría del pueblo alemán (139). Tampoco se habló del pago impuesto a la vencida Alemania de 1918 (la única ley del más fuerte que quedó ya como figura del derecho), a título de reparación, de 132 billones de marcos-oro (equivalentes a 165billones de francos-oro) cuando en aquella época la riqueza nacional de Alemania se evaluaba en 260billones de marcos-oro.

La economía alemana se encontró arruinada y el pueblo alemán reducido a la desesperación por la quiebra, la devaluación de la moneda y sobre todo el paro. Todo ello logró la ascensión de Hitler y le facilitó los argumentos a la hora de mantener su palabra en el compromiso más importante que propuso; anular el Tratado de Versalles con su cortejo de miseria y de humillación.

La mejor prueba es el aumento en paralelo del desempleo y del éxito del Partido nacionalsocialista en las diferentes elecciones:
I. De 1924 a 1930
Fechas Votos obtenidos %Escaños N· de parados
4/05/24 1 918 000 6,632320 711
7/12/24 908 000 3,14282 645
20/5/28 810 000 2,612269 443

II. De 1930 a 1933
Fechas Votos obtenidos %Escaños N· de parados
14/4/30 6 407 000 18,31071 061 570
31/7/32 13 779 000 37,32305 39 2 248
6/11/32 11 737 000 33,11965 35 5 428
5/3/33 17 265 800 43,72885 59 8 855

El éxito que Hitler obtuvo junto a sus aliados políticos al conseguir la mayoría absoluta en el Reichtag fue gracias a la ayuda aportada a su rearme por los hombres del dólar, de la libra y del franco. No es sólo el hecho de que la Caja central de propaganda del partido de Hitler estuviera sustentada por la banca alemana Schreider sino también el rearme fue ampliamente financiado por los grandes trusts americanos, ingleses y franceses.

Tal fué el caso del Consorcio químico americano Dupont de Nemours y del trust inglés Imperial Chemicals Industry, que subvencionaron a la I. G. Farben con la que se repartían el mercado mundial de la pólvora y el de la Banca Dillon de Nueva York que subvencionaba al Vereinigte Stahlwerke, trust alemán del acero. Otros estaban subvencionados por Morgan o Rockefeller, etc.

De esta manera la Libra y el Dólar participaron en el complot que llevó a Hitler al poder.

En Francia, a la pregunta dirigida al Ministro de Economía nacional, por el senador Paul Laffont, sobre las cantidades de mineral de hierro exportadas a Alemania desde 1934, la respuesta fue la siguiente:

Las cantidades de mineral de hierro (N· 204 de la tarifa de aduanas) exportadas con destino a Alemania en el transcurso de los años 1934, 1935, 1936 y 1937 se consignan en el cuadro adjunto:

Año Cantidades (en quintales métricos)

1934 17 060 916
1935 58 616 111
1936 77 931 756
1937 71 329 234

(Fuente: Diario oficial de la República Francesa
del 26 de marzo de 1938).

Pero ni los directivos de los grupos Dupont de Nemours, Dillon, Morgan, Rockfeller, ni François de Wendel, fueron interpelados en Nuremberg sobre el capítulo consagrado al complot contra la paz (140).

Se invoca con frecuencia a las imprecaciones de Hitler y de los principales dirigentes nazis contra los comunistas y los judíos. En el capítulo XV del segundo volumen del Mein Kampf donde Hitler evoca el pasado al hablar de la guerra de gases iniciada por los ingleses durante la Primera Guerra Mundial, capítulo que se titula: El derecho de legitima defensa dice:

Si al principio y en el transcurso de la guerra se hubiera sometido, de una sola vez, a 12 o 15.000 de esos hebreos a esos gases tóxicos, que centenares de miles de nuestros mejores trabajadores alemanes de todo origen y toda condición debieron sufrir en el frente, el sacrificio de millones de hombres no hubiera sido en vano. Muy al contrario, si nos hubiéramos librado a tiempo de esos 12.000 granujas, habríamos tal vez salvado las vidas de un millón de buenos y valientes alemanes de prometedor futuro.

En un discurso ante el Reichstag, el 30 de enero de 1939, dijo también:

Si los medios judíos internacionales de las finanzas en el interior y en el exterior de Europa hubieran logrado despertar una nueva fe de los pueblos en una guerra mundial, el resultado no sería la bolchevicación de la tierra con el corolario de la victoria del judaísmo, sino el aniquilamiento (Vernichtung) de la raza judía de Europa Pues la época en la que los pueblos no judíos no eran libres y estaban indefensos ante la propaganda se ha terminado. La Alemania nacionalsocialista y la Italia fascista están dotadas de las instituciones que les permitirán, cada vez que sea necesario, ilustrar al mundo sobre los pormenores de una cuestión que numerosos pueblos persiguen instintivamente, sin poder explicarlo científicamente.

Los judíos pueden proseguir su campaña de hostigamiento en algunos Estados, protegidos como lo están por el monopolio que ejercen sobre la prensa, el cine, la propaganda radiofónica, los teatros, la literatura y me quedo corto. Sin embargo, si este pueblo consigue una vez más precipitar a millones de personas en un conflicto totalmente absurdo para ellas, aún cuando pudiera ser provechoso para los intereses judíos entonces se pondría de manifiesto la eficacia de un trabajo didáctico que ha permitido en unos pocos años, tan sólo en Alemania, abatir completamente (restlos erlegen) al judaísmo (141)

El 30 de enero de 1941, Hitler dijo al conjunto de los judíos de Europa que ellos habrían terminado dedesempeñar su papel, en caso de una guerra generalizada. Posteriormente en un discurso del 30 de enero de 1942, declararía que la guerra vería el aniquilamiento del judaísmo en Europa. El testamento político de Hitler publicado por el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg abunda en este sentido. Se puede leer concretamente:


No he dejado albergar ninguna duda sobre este particular. Si estos conspiradores internacionales del mundo del dinero y de las finanzas vuelven a tratar a los pueblos de Europa como paquetes de acciones, ese pueblo, que es el verdadero responsable de este conflicto homicida, tendrá que rendir cuentas.
No he dejado a nadie en la incertidumbre de la suerte que le espera a aquel pueblo por el que millones de niños de los pueblos arios de Europa deben morir de hambre, millones de adultos deben perecer y cientos de miles de mujeres y de niños son quemados y sucumben en los bombardeos de sus ciudades. Aunque se haga con los medios más humanos, el culpable deberá expiar su pecado.

Hitler habla de destruir una influencia; Himmler habla más directamente de aniquilar a las personas.

He aquí, por ejemplo, lo que decía Himmler en un discurso dirigido a los comandantes de las fuerzas navales en Weimar, el 16 de diciembre de 1943:


Cuando, en cualquier lugar, me he visto obligado a dar, en un pueblo, la orden de ir contra los partisanos y contra los comisarios judíos, sistemáticamente doy la orden de matar a sus mujeres y a sus hijos.

Este salvajismo no era desgraciadamente atributo de un solo campo.

El 4 de septiembre de 1940, Hitler declara en el Sportpalast:


Si la aviación inglesa arroja tres o cuatro mil kilos de bombas, nosotros les arrojaremos cien, ciento cincuenta, doscientas, trescientos, cuatrocientos mil kilos y aún más en una sola noche.

Esto constituye una loca exageración de las posibilidades de bombardeos estratégicos de la Luftwaffe, pero demuestra el grado de odio que se suscitaba contra los pueblos en los dos bandos.

En respuesta, Clifton Fadiman, editor de la revista semanal New Yorker y figura de proa de los Writers War Board, agencia literaria oficiosa del Gobierno, sollcitaba en 1942 a los escritores: suscitar un odio ardiente contra todos los alemanes y no sólo contra los dirigentes nazis.

Estas palabras provocaron controversia, Fadinan prosiguió: la única forma de hacer razonar a los alemanes es matándolos. Y aún así pienso que seguirán sin comprender.

En abril de 1942, haciendo el elogio de un libro de De Sales The making of tomorrow (Preparar el mañana) desarrolla su concepción racista y escribe:

la actual agresión nazi no es la obra de un grupo de gángsters, sino más bien la expresión final de los más hondos instintos del pueblo alemán. Hitler es la encarnación de fuerzas mayores que él. La herejía que predica tiene una antiguedad de 2.000 años. ¿Cuál es esta herejía? Ni más ni menos que la rebelión contra la civilización occidental que comenzó con Arminius Las dimensiones de esta guerra se ven desde este punto de vista con una claridad meridiana

El aprobaba la sugerencia de Hemingway: la única solución final (The only ultimate settlement) sería esterilizar a los nazis, en el sentido quirúrgico del término.

Ridiculizaba a Dorothy Thomson que establecía una distinción entre los nazis y el resto de los alemanes. Esta no era una opinión aislada. Después del discurso de Hitler en el Sportpalast el Daily Herald de Londres publicaba un artículo del reverendo C. W. Wipp en el que decía:


La consigna debe ser: barrerles, y para ello, concentrar nuestra ciencia en el descubrimiento de nuevos y más terroríficos explosivos Un Ministro del Evangelio quizá no debería dejarse llevar por tales sentimientos, pero francamente digo, si pudiera, borraría a Alemania del mapa. Es una raza diabólica que ha sido la maldición de Europa durante siglos.
Felizmente se alzarán protestas contra tales aberraciones en Inglaterra donde el pueblo, al igual que el pueblo alemán y su alta cultura, podía ser confundido por estos dirigentes sanguinarios y charlatanes del odio y de la muerte.

En el mes de enero de 1934, el dirigente sionista Wladimir Jabotinsky declaraba al periódico judío Natscha Retsch:


Nuestros intereses judíos exigen el aniquilamiento definitivo de Alemania, el pueblo alemán en su totalidad representa para nosotros un peligro.

Churchill, por su parte, decía a Paul Reynaud, el 16 de mayo de 1940:


Haremos padecer hambre a Alemania. Destruiremos sus ciudades. Incendiaremos sus cosechas y sus bosques (142).

En 1942, el Ministro británico Lord Vansittart, verdadero apóstol del odio, para justificar el terror de los bombardeos británicos declaraba:


Los únicos alemanes buenos son los alemanes muertos así pues, ¡que las bombas les lluevan!

En julio de 1944, Winston Churchill dirigía a su Jefe de Estado Mayor, el General Hastings Imay, un memorándum de cuatro páginas donde le proponía el siguiente proyecto:


Quiero que Vd. reflexione muy seriamente sobre la cuestión de los gases asfixiantes
Es absurdo tomar en consideración la moralidad en este asunto cuando todo el mundo los ha puesto en práctica durante la última guerra sin que haya habido protestas por parte de los moralistas o de la Iglesia. Por otra parte, en aquella época, el bombardeo de ciudades abiertas estaba considerado prohibido, y hoy todo el mundo lo practica como una cosa que es evidente. Se trata simplemente de una moda, comparable a la evolución del largo de las faldas de las mujeres Quiero que se examine fríamente cuanto costaría el utilizar los gases asfixiantes No debemos dejar que nos aten las manos por principios bobos
Podriámos inundar las ciudades del Ruhr y otras ciudades de Alemania de tal forma que la mayoría de sus poblaciones tuvieran necesidad de asistencia médica constante Será necesario esperar quizá algunas semanas o incluso algunos meses antes de que os pida inundar Alemania de gas asfixiante. Desearía que esta cuestión fuese examinada fríamente por personas sensatas y no por un equipo en uniforme de cantantes de salmos aguafiestas con los que uno se cruza por doquier (143).

Ni Churchill, ni Stalin, ni Truman se sentaron en el banquillo de los criminales de guerra.

Además no se incluyeron en la causa a los autores de los más innobles llamamientos al crimen. Por no citar más que dos ejemplos entre los más delirantes: el llamamiento a un genocidio, en esta ocasión en el verdadero sentido de la palabra lanzado en 1942, en el libro del judío americano Theodor Kaufman: Germany must perish (Alemania debe morir) cuya tesis maestra es la siguiente:


Los alemanes (cualesquiera que sean: antinazis, comunistas, o incluso filosemitas) no merecen vivir. En consecuencia, al término de la guerra se movilizará a 20.000 médicos para que cada uno esterilice a 25 alemanes o alemanas por día, de tal manera que en tres meses no quede un solo alemán capaz de reproducirse, y en sesenta años la raza alemana sea totalmente eliminada.

Esto fue una ganga para alimentar el antisemitismo: Hitler recomendó leer párrafos de este libro en todas las cadenas de radio. O también el llamamiento al Ejército Rojo, publicado por el escritor judio soviético Ilya Ehrenbourg (uno de los creradores del Mito del Holocausto) , en octubre de 1944:


¡Matad, matad! ¡Entre los alemanes no hay inocentes, ni entre los vivos, ni entre los que están a punto de nacer! Ejecutad las instrucciones del camarada Stalin para aplastar para siempre a la bestia fascista en su cueva. Destrozad, por la violencia, el orgullo de las mujeres germánicas. Tomadlas como botín legítimo. Matad, matad, valientes soldados del Ejército Rojo en vuestro asalto irresistible (144).

Estos no se encontraban entre los acusados de Nuremberg, ni tampoco los Jefes de Estado que les protegían.

Ni los responsables anglo-americanos del bombardeo de Dresde, que causó 200.000 víctimas civiles, y sin ningún interés militar, puesto que el Ejército soviético había ya cumplido sus objetivos.

Ni siquiera el presidente americano Truman, responsable del apocalipsis atómico de Hiroshima y Nagasaki que causó 30.000 víctimas civiles, en este caso también sin necesidad militar puesto que la rendición del Japón había sido ya tomada por el Emperador.

Ni Beria y Stalin, por ejemplo, que achacaron a los alemanes la matanza de los miles de oficiales polacos cometida por ellos en Katyn.

Los métodos del procedimiento pusieron de manifiesto los mismos principios (o mejor dicho, la misma ausencia de principios): se eligió a los acusados únicamente entre los vencidos.

El Estatuto de este Tribunal lo definía así:
Artículo 19: El Tribunal no estará vinculado por las reglas técnicas relativas a la administración de las pruebas. Adoptará y aplicará dentro de lo posible un procedimiento rápido (la versión inglesa dice expeditive) y no formalista, y admitirá cualquier medio que considere que tenga un valor probatorio.

Artículo 21: El Tribunal no exigirá que se aporten pruebas de los hechos de pública notoriedad, sino que los tendrá por probados. Considera igualmente como pruebas auténticas los documentos e informes oficiales de los Gobiernos Aliados.

Tal fue el monstruo jurídico, cuyas decisiones fueron canonizadas y tenidas por criterios de una intocable verdad histórica, según la ley Gayssot-Fabius del 13 de julio de 1990.

Este texto inserta en la ley sobre la libertad de prensa de 1981, un artículo 24 bis que dice:


Serán castigados con las penas establecidas en el párrafo sexto del artículo 24 (con prisión de un mes a un año y multa de 2.000 a 300.000 Francos o una de ambas penas solamente), a los que cuestionen, por cualquiera de los medios enunciados en el artículo 23, la existencia de uno o varios crimenes contra la humanidad tal como fueron definidos en el artículo 6 del Estatuto del Tribunal militar internacional anexo al acuerdo de Londres del 8 de agosto de 1945 y que haya sido cometido por los miembros de una organización declarada criminal en aplicación del artículo 9 del referido Estatuto, o lo sea por una persona reconocida culpable de tales crimenes por una jurisdicción francesa o internacional.

El Tribunal podrá además ordenar:
La publicidad de su decisión en las condiciones previstas por el artículo 51 del Código Penal;

La publicación o la inserción de un comunicado en las condiciones previstas por el artículo 51-1 del Código Penal, sin que los gastos de la publicación o de inserción puedan exceder del máximo de la multa puesta.

El procedimiento del Tribunal de Nuremberg levantó objeciones incluso entre los juristas americanos de más alto nivel: los del Tribunal Supremo.
Comenzando por el Juez Jackson que fue su Presidente. El historiador inglés David Irving, quien reconocía haberle juzgado mal en un principio, aporta el siguiente testimonio:

Los juristas de renombre, en el mundo entero, sintieron verguenza por el proceso de Nuremberg. Ciertamente, el Juez Robert H. Jackson, Presidente americano de los acusadores se avergonzaba de tales procedimientos; esto se evidencia en su diario personal que he leído personalmente.

Tuve el privilegio de haber tenido acceso a las Memorias del Juez Jackson en la Biblioteca del Congreso Poco tiempo después de que Robert H. Jackson recibiera como encargo del Presidente Truman la tarea de dirigir a los jueces americanos en el proceso de Nuremberg (mayo de 1945), tuvo conocimiento de los planes americanos sobre el bombardeo con bombas atómicas. No se encontró a gusto en la tarea que se le había confiado: perseguir, en nombre de una nación, actos que ella misma también había cometido, pues era consciente de que los Estados Unidos había cometido un crimen aún mayor (33.9392 y 9394) (145).

Al referirse al libro de Alpheus Thomas Mason sobre Harlan Kiske Stone, Pilier de la loi (Harlan Kiske Stone era Jefe del Tribunal Supremo de los Estados Unidos) el abogado Christie cita la página715 de este libro, cuando Stone escribe al Director de la revista Fortune que, no sólo él desaprueba tal proceso, sino que considera que se trata de un Linchamiento a gran escala (146).

El Juez Wennerstrum, del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Presidente de uno de los Tribunales, estuvo tan asqueado por aquella atmósfera y el comportamiento de los abogados, procuradores que rehusó su nombramiento y abandonó súbitamente Alemania para regresar a los Estados Unidos. Expuso al Chicago Daily Tribune el 23 de febrero de 1948 sus objeciones con respecto a la organización y al proceso. Menciona especialmente el clima de odio y parcialidad de los extranjeros que acababan de obtener la nacionalidad americana (147).

En cuanto a los principales acusados: Höss, Streicher, Pohl, fueron torturados (23.5919).

En virtud de los Estatutos de Nuremberg según los cuales los informes de las comisiones de encuestas aliadas tenían el valor de prueba, el informe soviético sobre Katyn, acusando a los alemanes de la matanza de 11.000 oficiales polacos fue aceptado por los vencedores como prueba auténtica, indiscutible, el 8 de agosto de 1945 (148).

El Procurador General soviético, el General Rudenko, pudo decir que, según el artículo 21 del Estatuto del Tribunal de Nuremberg, él no podía ser objeto de una acusación (149).

El 13 de abril de 1990 la prensa internacional anunciaba que el crimen de Katyn tenía por autor a Beria y las autoridades soviéticas. El profesor Naville, de la Universidad de Ginebra, había procedido a examinar los cadáveres, y había encontrado en sus bolsillos los documentos de 1940 que probaban que la ejecución se había cometido en esta fecha. En 1940 la región de Smolensk estaba ocupada por los soviéticos.

1 comentario:

  1. ES DESCONOCIDO PARA LA GRAN MAYORIA DE GENTES EN ESTE PLANETA ALIENADAS POR LOS MEDIOS MASIVOS Y POR EL PODER DEL DINERO, AMBOS PODERES EN MANOS DEL JUDISIONISMO, QUE EN NUREMBERG SE HIZO UN JUICIO DE VENGANZA NO DE JUSTICIA, TODO PORQUE EN NUREMBERG SE DICTARON LAS LEYES ANTIJUDIAS, NECESARIAS PARA QUE LOS ALEMANES RECUPERARN SU PATRIA DEL PARASITISMO JUDIOSIONISTA. QUE HABIA LLEVADO A ALEMANIA A LA DERROTA, CON LA REVOLUCION BOLCHEVIQUE ALEMANA, Y CON EL TRATADO DE VERSALLES, A VENGANZA VIENE TAMBIEN PORQUE LOS ALEMANES ERAN LA PIEDRA DE TROPIEZO PARA QUE EL PODER DEL JUDIOSIONISMO SE CONSOLIDARA EN TODO EL MUNDO, COMO HOY VEMOS. ME GUSTARIA SABER DE USTEDES QUE DEBEN TERNER MAS INFORAMCION QUE YO LA LISTA DE LOS JUECES, FISCALES Y DEFENSORES DE LOS ACUSADOS DE NUREMBERG, Y SU VERDADERA NACIONALIDAD, SI ERAN JUDIOSIONISTAS O QUE? MI EMAIL. ES CNIGRINIS@GMAIL.COM

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